Llorando en crudo
No soy solo un hombre que llora solo.
Soy un hombre que llora y al llorar es otra vez niño.
Soy el niño que llora en el hombro de su propio hombre.
Estas palabras están húmedas.
Lloro mientras escribo. El llanto arde en los ojos.
Es un dolor líquido como el tiempo que perdimos.
No es poético el llanto de un hombre.
Como la poesía este llanto ya no tiene la menor importancia.
No me celebro. Llora el cuerpo del hombre de cabo a rabo.
[No hablo hoy de las mujeres que ya suficiente trabajo han llorado].
Hay un llorante sentado sobre una pequeña piedra de arenisca.
Y otro llanto chamuscado en el bucle eléctrico del alambre de púas.
No tiene casa, pecho ni hombre adonde regresar el llanto huérfano.
Ese llora atrapado entre el pasado y el futuro,
le fue arrebatado el pasaporte del presente.
No le dejarán entrar a otra vida sino a la huesa herida de la frontera.
Se pregunta si hizo mucho, poco o nada para merecer lluvia de odio.
Se oye el sórdido silencio de los hombres de hierro que vigilan su llanto.
De millones de hombres que lloran está hecho este silencio.
Es un silencio que tiembla apenas como el llanto avergonzado de los viejos.
De pronto llora el cielo rayos láser que dan directo en el corazón
de tiza desangrado bajo los escombros del salón de clases de una escuela.
Un puerto despiadado cubre de agua envenenada el llanto náufrago.
El hombre llora a mares en un mar de lágrimas como granos de arena.
Viaja el llanto en trenes subterráneos.
Llanto de voces sin aliento transporta el Metro a diario.
Nadie quiere ni tiene con quien hablar. El llanto es con nadie hablar.
Indecible jadeo de tren nocturno perdiéndose en la historia.
En un rincón de la ciudad suena alucinado el aullido de las sirenas.
Sus chillidos ensartan las venas de las calles y las horas.
Entonces hay hombres para salvar hombres y de pronto esa épica se derrite en llanto.
Crece sordo de los hombres el llanto que no pudieron salvar del hombre.
Llanto muerto lleva el hermético trofeo de ese carro negro.
He aquí el llanto del perro baleado a pleno sol como un hombre.
El perro que perdió a su hombre entre las llamas del infierno.
El reptil humano entre las piedras del desierto
Y el llanto del hombre pétreo con ojeras de cocodrilo.
Nadie ve en el rostro humano el rastro del llanto animal.
Este es el mar de los hombres que lloran.
Esta noche es posible oír el llanto de los planetas sin rumbo.
No están muertos pero lloran como si lo estuvieran.
Soy un hombre sin luz propia entre millones de estrellas.
Ellas lloran por la felicidad que les ha sido a los hombres arrebatada.
Unos la tenían y no lo supieron hasta perderla. Vano lloriqueo.
A quienes nunca la tuvieron les ha sido igualmente denegada.
Hay una flota de lágrimas a la deriva en el mar de este llanto.
Aquí rechinan hombre, niño y poeta juntos en lagrimal trifurca1.
Los hombres rotos y los que no lo están, ninguno es ya humano.
Esos hombres y yo por diverso cauce estamos en llanto ungidos.
Y nadie ama a los hombres que lloran.
El llanto es la única propiedad por la que ningún hombre mataría a otro.
Soy el hombre que llora hombres antes que ellos se beban su propio llanto.
Un mundo en el que los hombres lloran sin saber que lloran ni porqué.
El mar de los hombres llora a lo largo del pequeño mundo de los hombres.
—Anda, dije, deja ya de llorar como un crío.
Niño extraviado en el laberinto del hombre por el hombre extraviado.
Juntos los hombres que han sabido llorar en busca de los ojos niños.
Ahora mismo, hijos del hombre, ahora sin más llantos ni tardanza.
Man crying, raw footage
I’m not only a man who cries when he’s alone.
I’m a man who cries, whose crying makes a boy of him once more.
I’m the boy who cries in the mansion of his own man.
These words are soppy.
I’m crying as I write. Crying makes the eyes burn.
It’s pain that’s liquefied, like lost time.
A grown man crying is no poetic matter.
Like poetry, crying doesn’t matter in the least nowadays.
I’m not boasting. A man bawls his balls out.
[I’m not talking about women, who’ve worked hard crying].
There’s a sniveler perched on a little chunk of sandstone.
And more electrocuted crying dangling from a barbed-wire fence.
Orphaned, homeless, with no breast or man to turn to.
This crying trapped between the past and future,
its passport to the present confiscated.
Not allowed in any life but the open grave of the border.
It wonders just how much it did to deserve the rain of hate.
You can hear the sordid silence of steely men who suppress their crying.
That silence is made up of millions of men who cry.
It’s a silence that trembles, like the shame-faced crying of the aged.
Suddenly the sky cries laser beams that go straight to the heart
of bloodless chalk amid the rubble of a classroom.
A pitiless port covers the crying wreck with poisoned water.
Man cry rivers into a sea of tears like grains of sand.
Crying travels on underground trains.
The crying of breathless voices transported by the subway every day.
No one wants to talk, even if there were someone to talk to.
Crying is talking to no one.
The unspeakable panting of a night train disappearing into history.
In a corner of the city, the shrieking of the sirens is a delirious dream.
Their screams thread the veins of the streets and the hours.
So there are men out there to save men and suddenly that epic dissolves in tears.
The crying of men who couldn’t save crying from man swells soundlessly.
That black hearse bears the hermetic trophy of muffled crying.
Here’s the crying of a dog gunned down in blazing sunlight like a man.
The dog who lost his man among the flames of hell.
The human reptile among the stones in the desert
And the crying of a stony man with puffy crocodile eyes.
No one sees the trace of animal crying in the human face.
This is the sea of men who cry.
Tonight you can hear the wandering planets crying.
They’re not dead but they cry as if they were.
I’m a lightless man among millions of stars.
They’re crying for the joy men are deprived of.
Some have felt joy, but didn’t know until they lost it. Pointless sniveling.
Those who’ve never felt joy were also denied it.
There’s a fleet of tears floating around the sea of crying.
Man, boy and poet are lumped together in a grating lachrymal strifurcate2
Whether men are broken or they aren’t, none of them are human.
Those men and I are all, in different ways, awash in tears.
And no one loves men who cry.
Crying is the only possession for which no man would kill another.
I’m the man who cries for men before they swallow their own tears.
A world in which men cry without knowing it, or why.
The sea of men crying throughout men’s little world.
“For crying out loud,” I said, “Stop sniveling like a little kid.”
Little boy lost in the labyrinth of manhood, in the madness of mankind.
Come together, men who could cry for a child’s gaze.
Right now, sons of man, with no more crying or procrastination.
La crecida
el principio dice: es diez veces más de lo que se ve lo que trae el iceberg
“Es sólo cuestión de agua y tiempo la crecida”,
suenan palabras, navegan fuera de sí.
Llovería a cántaros y eso hipnotiza, ovilla, ocurre sin prisa.
Pasa un carruaje, “útero sideral” reza el cartel,
—¿por qué, no? dices al zambullirte en el ponto oleado.
Lo gris del verde enciende y fluye sin fin, al fin fluir
ah! desatado mar de imaginar.
Donde late el zinc brilla la sonora enredadera, mientras recoges
los fantasmas crecidos como hongos durante la noche.
Ahora la ciudad y el mar frente a frente, uno en lugar del otro:
altos edificios navegan lentos entre automóviles ojerosos, paraguas
boquiabiertos se mecen entre cuerpos flotantes, amarillentos.
El muelle de piedra desata a la serpiente, abrasa el sol
en la copa huérfana de los árboles.
Al ruido de motores sucede el silencio, fúnebre bendición.
No es este el carozo de la profecía sólo la cáscara del fruto.
En mantel celestial abuelo prepara té con una nube de leche.
Lo que vino a decirse se hundió como raíz ande hubo especie.
Chamuscado iceberg de un rostro con rastros sapiens.
Disculpe, Doña Blanca —¿La flor violeta del gallo canta al albor?
Entre las cinco hojas húmedas de la mano hubo pétalo de luz.
Fogonazo de voces en la marea ingente de la lengua
sobre mar enjoyado de plásticos y aceite, oh viejo océano!,
silba sin fin ni fin, fuelle destartalado el corazón del viento.
En ventosas de pulpo se esparce la notación del neuma,
yace el profeta clavado en la esquina, sus tres ojos insomnes.
Espantan la sombra y el zumbido de palabras en derredor.
Un cardumen de sirenas entona letanías en las rocas del gran estuario.
“Es sólo cuestión de tiempo y agua la crecida”,
pronostican para esta madrugada y las siguientes.
*
Rising Waters
the principle says the iceberg is ten times bigger than you can see
“The water rising is just a matter of time and rainfall,”
the words echo, sailing beyond themselves…
It could pour with rain, hypnotic, unhurried, making you want to curl up.
A carriage passes, “starry womb,” the billboard says,
—why not? you say as you dive into the choppy seas.
The green-gray ignites and flows endlessly, flowing in the end,
o sea of imaginings unleashed.
Where the tin roof throbs, the tangle of sound gleams as you gather
the ghosts that have popped up like mushrooms overnight.
Now the city and the sea are facing off, one in the other’s place:
skyscrapers swim slowly among careworn cars, open-mouthed
umbrellas rock among floating, sallow bodies.
The stone jetty releases the serpent, the sun blazes
in the orphaned tree-tops.
Silence succeeds the noise of engines, dismal blessing.
This is not the pit of the prophecy, just the rind of the fruit.
On a sky-blue cloth, grandpa is making tea with a spot of milk.
What he came to say has drowned like a root where there was a
species.
Scorched iceberg of a face with homo sapiens features.
Forgive me, White Goddess—Does the rooster’s purple flower crow at daybreak?
Among the five wet leaves of the hand there was a petal of light.
A blinding flash of voices on the massive tide of tongues
on the sea bejeweled with plastics and oil, o ancient ocean,
wheeze on forever, ramshackle bellows of the wind’s heart.
An octopus’s arms conduct the music of the breath,
the prophet lies dead, shot down on the corner, his three eyes sleepless.
The shadow and the words buzzing around it inspire terror.
A school of mermaids sing litanies on the rocks of the great estuary.
“The water rising is just a matter of time and rainfall,”
says the forecast for this morning and those to come.
Dos poemas de Luis Bravo (Uruguay), traducidos por Catherine Jagoe & Jesse Lee Kercheval, del libro bilingüe Voice & Shadow / La Voz y la Sombra, Books Diálogos, Lavender Ink (Marzo, 2020):
Two poems by Luis Bravo (Uruguay), translated to English by Catherine Jagoe & Jesse Lee Kercheval, from the bilingual anthology Voice & Shadow / La Voz y la Sombra, Books Diálogos, Lavender Ink (New Orleans, March, 2020).
https://www.lavenderink.org/site/shop/voice-and-shadow/?v=76cb0a18730b).
Luis Bravo (Montevideo, 1957) is a poet, essayist, researcher and university professor. Since 1984 he has published books, Cdroms, Cds, DVDs, in keeping with the multimedia of his poetic art. His most notable creations include: Árbol veloz (1989; 2009): http://www.bienaldepoesia-uruguay.org/museo/ Areñal: ene topos bilingües & other sounds (CD, 2013), with poet John Bennett. Liquen/ Lichen (Iowa, 2015) bilingual, translated by W. Blair and Pablo Rodríguez Balbontín. El Roce de las Voces (CD, 2019) with Orquesta de Poetas and J.A. Italiano: https://estudiosbanana.bandcamp.com/al…/el-roce-de-las-voces La Voz y la Sombra / Voice & Shadow (New Orleans, Lavender Ink, 2020) bilingual, translated by Catherine Jagoe y Jesse L. Kercheval. TAGs: Caja de Resonancia, Universidad de Rosario, Argentina: http://cajaderesonancia.com/index.php?mod=archivo-materiales&view=detalle&id=43 Two poems translated by Catherine Jagoe & Jesse Lee Kercheval, from the bilingual anthology Voice & Shadow / La Voz y la Sombra, Books Diálogos, Lavender Ink (New Orleans, March, 2020). https://www.lavenderink.org/site/shop/voice-and-shadow/?v=76cb0a18730b).
Catherine Jagoe is an ATA-certified Spanish-English translator and an award-winning poet and essayist. She has a PhD in Spanish Literature from the University of Cambridge. She has translated fiction and poetry from Spain, Argentina, and Uruguay. Her publication credits include numerous literary journals such as American Poetry Review, Drunken Boat, and Modern Poetry in Translation.
Jesse Lee Kercheval is poet and writer whose most recent books include the poetry collection America that island off the coast of France, winner of the Dorset Prize. She is also a translator, specializing in Uruguayan poetry. She is currently the Zona Gale Professor of English at the University of Wisconsin-Madison.